miércoles, 12 de mayo de 2021

RECUPERACIÓN PRIMER PERÍODO POLÍTICA 11°

 

 

FORMATO PARA PROCESOS ACADÉMICOS

RB – 02

Versión: 01

Fecha:  abril 2015

ÁREA

POLÍTICA

GRADO

11°

PERIODO

 I

DOCENTE

Juan José Agudelo A.

GUIA

RECUPERACION

 







Señor(a) Padre, Madre, acudiente: su papel es fundamental en la estrategia de "Aprendizaje en casa". Le solicitamos que desde su rol de cuidador realice las siguientes actividades que son básicas

- Verifique que su hijo tiene acceso a la guía (física o virtual). 

- Fije un cronograma de estudio, siguiendo un horario de estudio flexible pero que se realice con disciplina. Cree las condiciones en casa para que el estudio pueda ser efectivo. 

- Verifique que su hijo haga devolución oportuna de las guías (física o virtual). 

- Si es posible haga un acompañamiento de las actividades académicas. 

- Comuníquese respetuosa y oportunamente cuando tenga dificultades, a través del blog o correo electrónico.

- Recuerde que, en el tiempo prudente, recibirá respuesta. 

 

RECUPERACION POLITICA

 

Exploración

¿Por qué para las naciones es importante preservar la paz?

¿Qué organismos internacionales contribuyen a preservarla?

 


EL CONFLICTO Y LAS ORGANIZACIONES    INTERNACIONALES DEL SIGLO XX

En el siglo XX, la presencia y el aumento de conflictos e internos y sus efectos desestabilizadores ha alentado la creación de organizaciones internacionales y regionales cuyo objetivo prioritario ha sido el fomento de la paz, la seguridad, la estabilidad, el bienestar y la cooperación económica y política de los Estados miembros.

 

La ONU

Después de la Segunda Guerra Mundial, la comunidad internacional, en cabeza de la Organización de las Naciones Unidas, ONU, se ha preocupado por preservar de las guerras a las generaciones, reafirmar la fe en los derechos fundamentales, en la dignidad y el valor de las personas, en la igualdad de derechos de hombres y mujeres, así como el respeto a las naciones grandes y pequeñas.

 

Por estas razones, el 26 de junio de 1945 se firmó, en la ciudad de San Francisco, Estados Unidos, la Carta de las Naciones Unidas.

En los capítulos VI y VII de esta Carta se consagraron las normas relacionadas con la solución pacífica de los conflictos y a las acciones que se pueden adelantar en caso de amenazas a la paz o quebrantamiento de la misma mediante actos de agresión.

 

 Para aprender:

1. ¿Qué causas motivaron el surgimiento de la ONU?

2. ¿Cómo interviene la ONU en los conflictos nacionales e internacionales?

3. Explica qué finalidad cumplen los organismos internacionales frente a los conflictos de las naciones.

 

El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas puede adoptar las medidas necesarias para mantener o restablecer la paz y la seguridad internacionales, que no impliquen el uso de la fuerza. Sólo en situaciones de pérdidas considerables d vidas humanas o de depuración étnica, y en todas aquellas donde haya violación d los Derechos Humanos, se justifica la intervención militar de este organismo como último recurso para evitar el sufrimiento humano.

Las actividades adelantadas por la ONU para mantener la paz han variado, dad el aumento de los conflictos regionales y nacionales, en todos los continentes, a l complejidad de sus múltiples causas y a los devastadores efectos sobre la población, como el genocidio, el desplazamiento forzado y el hambre.

La intervención de la ONU ha sido importante para resolver conflictos como los El Salvador, Guatemala, Camboya y Mozambique. Igualmente, los vividos en Somalia, Ruanda, la República Democrática del Congo, la República Centroafricana, Timor Oriental, Kosovo, Sierra Leona, Etiopía y Eritrea.

LOS ORGANISMOS REGIONALES

Los organismos regionales han desarrollado acciones dirigidas a la ayuda humanitaria, la protección de los Derechos Humanos, la asistencia para el desarrollo integral y la prevención de los conflictos armados.

Entre estos organismos se destacan la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) la Unión Europea (UE), la Unión Africana (UA), la Comunidad Económica de los Estados del África Occidental (Cedeao), la Liga de Estados Árabes y la Organización de la Conferencia Islámica (OCI).

En América han sido importantes las labores desarrolladas por la Organización de Estados Americanos (OEA) Fue creada como un organismo regional en el marco de las Naciones Unidas, durante la IX Conferencia Panamericana reunida en


Colombia en 1948, y que adoptó la Carta de la Organización de los Estados Americanos, el Tratado Americano de Soluciones Pacíficas, Pacto de Bogotá y la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre.

En la Carta de la OEA se señalan como objetivos prioritarios de la organización afianzar la paz y la seguridad; promover y consolidar la democracia representativa; prevenir las causas de dificultades y asegurar la solución pacífica de conflictos que surjan entre los Estados; promover el desarrollo económico, social y cultural; erradicar la pobreza crítica, y alcanzar una efectiva limitación de armamentos, para dedicar el mayor número de recursos al progreso económico y social de los Estados miembros.

Para adelantar su labor, la OEA sustenta su accionar en cuatro principios fundamentales: la democracia, los Derechos Humanos, la seguridad y el desarrollo. De esta forma, se ha tornado en un foro de deliberación política en la región, para resolver las diferencias entre los países que la integran, en espacios como el Consejo Permanente, las reuniones regionales de ministros y las Cumbres de las Américas.

Durante su existencia, la OEA ha participado en actividades relacionadas con la paz y la seguridad de la región, en países como Honduras, El Salvador, Nicaragua, Colombia, entre otros. Su intervención ha procurado crear las condiciones necesarias para la estabilidad, la paz y el desarrollo de la región.

El 8 de diciembre de 2004 se creó la Comunidad Sudamericana de Naciones, que cuatro años más tarde se convirtió en la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur). El propósito de este organismo es ayudar a consolidar la convergencia económica, ambiental, cultural y política de los países miembros y otorgarle mayor importancia a la región en el ámbito internacional.



 

EXPRESIONES DEL CONFLICTO EN COLOMBIA

 

Los argumentos que explican el conflicto y sus manifestaciones violentas en Colombia han puesto de manifestó algunas constantes como la precaria presencial del estado en el territorio y sus ineficiencias para cumplir con sus funciones, la acción de grupos o redes de poder ilegales que compiten entre sí y contra el Estado por el control territorial, las desigualdades entre las regiones y el fortalecimiento de una cultura de violencia que ha impedido abrir un espacio público para solucionar los conflictos y superar la desigualdad socioeconómica de la nación colombiana.

Para entender la realidad del conflicto armado colombiano, es necesario acercarse a la violencia vivida en las guerras civiles del siglo XIX, y a las diversas y complejas razones que justificaron el conflicto en el siglo XX y los inicios del XXI, como par. te del proceso que ha hecho posible la configuración política, económica y social del Estado. A ello se añaden los problemas sociales por causa de los procesos de industrialización y modernización, que estuvieron lejos de garantizar la equidad, el bienestar general y la participación política.

 

LAS GUERRAS CIVILES DEL SIGLO XIX

El siglo XIX fue el escenario de múltiples guerras civiles. Con posterioridad a los procesos de ruptura con la Corona Española, se comenzaron a gestar disputas de carácter ideológico y político frente a asuntos de relevancia para la configuración del Estado, que no se resolvieron por la vía del acuerdo, sino de la guerra, los golpes de Estado y los cambios constitucionales. Dentro de las causas más relevantes del conflicto en este periodo histórico están:

·        Las tensiones entre centralistas y federalistas, y entre liberales y conservadores.   La inexperiencia política de la clase dirigente y sus discrepancias en materia religiosa y educativa.

 

·        La preponderancia de los intereses regionales sobre los nacionales en cabeza de caudillos militares.

 

 

·        Las diferencias entre comerciantes y artesanos, y entre estos y los terratenientes.

 

·        El triunfo del federalismo radical en la segunda mitad del siglo, con la promulgación de la Constitución de Rio negro (1863), de carácter laico, libertario, progresista y librecambista, agudizó las diferencias ideológicas y radicalizó las fuerzas regionales.

 

La Guerra de los Supremos (1839-1842), el golpe de Estado del general José María Melo, con el apoyo de los artesanos durante la presidencia del general José María Obando (1854); la declaración de rebelión contra el gobierno de la Confederación Granadina, por parte del general Tomás Cipriano de Mosquera (1860), las guerras civiles de 1860, 1876 y 1885, dan cuenta de la inestabilidad política y de las devastadoras consecuencias de estas confrontaciones, que obstaculizaron el reconocimiento de los logros intelectuales de la época.

A mediados de 1885, el presidente Rafael Núñez, ante una victoria aplastante contra los liberales radicales, declaró: "La Constitución de los Estados Unidos de Colombia ha dejado de existir". Debido a lo que en ese momento se llamó catástrofe nacional, de acuerdo con el criterio de la Regeneración, provocada por el federalismo radical, se retornó a un modelo centralista, presidencialista, con el catolicismo como religión oficial, el proteccionismo económico y la idea de una sociedad construida según los principios de orden y autoridad.

 

ORÍGENES DE LA VIOLENCIA DEL SIGLO XX

El siglo XIX culminó con la rebelión liberal liderada por el general Santos Acosta contra el gobierno de Miguel Antonio Cato en 1895, y con el inicio de la guerra de los Mil Días (1899-1902). Se trata de la confrontación más sangrienta y destructiva que devastó a Colombia en ese periodo de la historia, en el cual hubo un fuerte deterioro de la economía, la población vivió en condiciones de pobreza y se presentó la pérdida del departamento de Panamá.


Para algunos historiadores, entre 1904 y 1930 Colombia vivió una etapa de estabilidad política y social, durante la hegemonía del partido Conservador, así como un mejoramiento de la situación económica gracias a las exportaciones de café, la producción bananera, la consolidación de industrias manufactureras, la compensación monetaria del gobierno estadounidense por la pérdida de Panamá y la naciente explotación petrolera.

En este periodo se gestaron movimientos campesinos y obreros, y conflictos de naturaleza rural y agraria que pusieron de manifiesto el descontento popular y desencadenaron en hechos violentos, como la Masacre de las Bananeras en 1928.

En 1930 el régimen conservador se derrumbó y el Partido Liberal con Enrique Olaya Herrera como presidente, llegó al gobierno a través del denominado movimiento de Concentración Nacional, que, aunque resaltó la necesidad de instaurar un gobierno bipartidista, derivó hacia la hegemonía liberal hasta 1946. Después de Olaya Herrera continuaron los gobiernos de Alfonso López Pumarejo (1934-1938), Eduardo Santos (19381942), Alfonso López Pumarejo (1942-1945) y Alberto Lleras Camargo (1945-1946).

Las reformas implantadas durante las dos administraciones de Alfonso López Pumarejo, bajo el lema de la Revolución en Marcha, agudizaron el enfrentamiento ideológico entre los partidos y entre importantes sectores de la sociedad, debido a que intentó modernizar al país, protegió a la clase trabajadora, impulsó la reforma agraria (Ley 200 de 1936), limitó el derecho de propiedad señalando su función social, impulsó la intervención del Estado en la economía para mejorar las condiciones de vida de los colombianos, extendió el sufragio y restauró la libertad de conciencia y de enseñanza.

En medio de estas reformas se comenzó a vivir un paulatino deterioro del orden público, debido a las pugnas partidistas entre liberales y conservadores, que reavivaron los odios heredados y se manifestaron venganzas de sangre. En el campo se avivaron los enfrentamientos entre campesinos y terratenientes, mientras se acentuaban las tensiones entre patronos y obreros y el Estado y los sindicatos, Esta lucha política y social fue especialmente dura en Santander, Caldas, Boyacá, Valle, Tolima, Cundinamarca y Nariño.

En medio de un ambiente de violencia partidista, en 1946 se llevaron a cabo elecciones presidenciales en el país. La división del Partido Liberal, en cabeza de los candidatos Gabriel Turbay y Jorge Eliécer Gaitán, permitió que los conservadores regresaran al poder con Mariano Ospina Pérez, quien llamó a un gobierno de Unión Nacional. El 9 de abril de 1948, mientras se realizaba la IX Conferencia Panamericana que daría nacimiento a la OEA, el líder político y candidato por el Partido Liberal a las elecciones de 1950, Jorge Eliécer Gaitán, fue asesinado en Bogotá, lo que generó el llamado "Bogotazo", que recrudeció la violencia en el país.

Para comprender:

1.      Explica la importancia de la guerra de los mil días en la historia política de Colombia.

2.      Explique en qué condiciones se desarrolló la historia del país durante el periodo de la hegemonía conservadora.

3.      ¿Por qué reformas de los gobiernos liberales agudizaron la lucha de clases?

4.      ¿Por qué se produjo el asesinato de Jorge Eliecer Gaitán?

 

LAS GUERRILLAS EN LA DÉCADA DE LOS 80

 

La década del 70 significó un declive para las acciones guerrilleras, dados los reveses militares que sufrieron especialmente organizaciones como el ELN.

Con la llegada al poder del presidente liberal Julio César Turbay (19781982) se inició una lucha antisubversiva ante el recrudecimiento de la actividad guerrillera en las ciudades, especialmente del M-19, que realizó actos como el robo de más de 5.000 armas del Cantón Norte, el 1 de enero de 1979, y la toma de la embajada de República Dominicana, el 27 de febrero de 1980. El Estatuto de Seguridad, puesto en vigencia en septiembre de 1978, fue el marco jurídico para la lucha militar contra las organizaciones guerrilleras por parte del Estado.

La década del 80 significó una expansión de las guerrillas, primordialmente de las Farc, las cuales, comenzaron a darle preeminencia a la acción militar en detrimento de la actividad política. De 1.000 hombres pasaron a 15.000 y en 1982 formularon el Plan Estratégico de la organización insurgente, que entró a llamarse Farc-ep, ejército del pueblo.

Con la llegada a la presidencia del candidato conservador Belisario Betancur (1982-1986) se inició un proceso de negociación política para alcanzar la paz. Para ello se conformó la Comisión de Paz, se tramitó la ley de amnistía (ley 35 de 1982) y se levantó el Estado de Sitio. Como parte del proceso, en 1984 se suscribieron pactos de cese bilateral del fuego y de tregua con las Farc, el M-19, el ELN y dos frentes del EPL. En este contexto de negociación, en 1985 surgió la Unión Patriótica, UP, partido político que participó en las elecciones de 1986, con Jaime Pardo Leal como candidato, quien fue asesinado en octubre de 1987.

A mediados de 1985 el M-19, el ELN y el EPL dieron por terminados los diálogos de paz, al denunciar el asesinato de muchos de los guerrilleros amnistiados y el incumplimiento de la tregua por parte del gobierno nacional. El 6 de noviembre de 1985, el M-19 se tomó el Palacio de Justicia, una operación militar en que murieron 11 magistrados de la Corte Suprema de Justicia y del Consejo de Estado, empleados de la rama judicial y numerosos visitantes, además de los desaparecidos.

Durante la administración del presidente liberal Virgilio Barco Vargas (1986-1990), dado el secuestro del dirigente Álvaro Gómez Hurtado por parte del M-19, su posterior liberación y la propuesta de negociación de esta organización guerrillera, en 1989 se iniciaron diálogos que culminaron con la firma del Pacto Político por la Paz y la Democracia, se tramitó una ley de indulto (Ley 77 de 1989) y se procedió a la dejación de las armas y a la reincorporación a la sociedad de sus militantes en 1990.

Un hito importante de la vida institucional colombiana, lo constituyó la convocatoria, en el gobierno de César Gaviria Trujillo (1990-1994), de una Asamblea Nacional Constituyente, que, con la participación de varios sectores sociales y políticos, elaboró una nueva Constitución Política para Colombia, que debía traducirse en un acuerdo político para la paz y la democracia.

El 9 de diciembre de 1990 ocurrieron dos hechos que muestran la dinámica del conflicto colombiano y sus tensiones. Ese día los colombianos eligieron los constituyentes que participarían en la Asamblea y el Ejército Nacional por órdenes del presidente Gaviria se tomó Verde (La Uribe, Meta), sede del Secretariado de las Farc en desarrollo de la operación Centauro 11. Este último hecho generó una de las ofensivas militares más grandes de esta organización.

Durante el inicio de la administración Gaviria se emprendieron conversaciones con el EPL, el movimiento indígena Quintín Lame y el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), con los cuales se llegó a acuerdos de desarme y algunos de ellos fueron nombrados por el gobierno para participar en la Asamblea Nacional Constituyente.

"A las Farc y al ELN, que persisten, a pesar de las generosas ofertas de un espacio digno y legítimo de participación, en el camino de las armas, me dirijo con la esperanza de que me escuchen y de que escuchen el clamor de  toda la Nación: no más emboscadas, no más  asaltos, no más secuestros, no más violencia,  no más voladuras de torres y oleoductos, no  más atentados contra las gentes de Colombia.  Después de esta revolución pacífica, la prédi- ca y la práctica de la violencia serán formas arcaicas de la mayor fuerza reaccionaria". 

César Gaviria Trujillo, Discurso Clausura Asamblea

Nacional Constituyente, julio 4 de 1991

 

 

Para comprender

1.      Compara las políticas de paz de los gobiernos de Turbay, Betancur, Barco y Gaviria. Menciona sus avances y retrocesos.

2.      Comenta las transformaciones que sufrieron los grupos guerrilleros en la década del ochenta.

3.      Menciona y analiza el impacto social y político de las acciones del M-19.

4.      Señala qué importancia tuvo para la democracia nacional, la instauración de la Asamblea Nacional Constituyente en 1991.

 

LAS GUERRILLAS AL FINAL DEL SIGLO XX Y COMIENZOS DEL XXI

El gobierno del presidente liberal Ernesto Samper (1994-1998), estuvo signado por el narco escándalo, el proceso 8.000, las renuncias del vicepresidente de la República, Humberto de la Calle y de varios embajadores, el magnicidio del líder conservador Álvaro Gómez Hurtado, la reforma a la Constitución Política en el tema de la extradición y el desmantelamiento del Cartel de Cali. Lo anterior ocultó los logros sociales en temas de salud, educación, infraestructura y seguridad social.

En este confuso escenario, la actividad guerrillera de las Farc y el ELN se intensificó a través de ataques a bases militares como la de Las Delicias, en la que fueron secuestrados 70 militares, o las realizadas en El Billar, Miraflores, Tamborales, Mitú, Juradó, el Cañón de la Llorona o Yarumal. Igualmente, los paramilitares, agrupados en las nacientes Autodefensas Unidas de Colombia, AUC, aumentaron sus operaciones. Estos grupos al margen de la ley causaron el desplazamiento masivo de millares de campesinos y ejecutaron numerosas masacres.

Muchos soldados secuestrados por las Farc recobraron la libertad tras la celebración de acuerdos humanitarios, durante la administración de Ernesto Samper y luego con la del presidente Pastrana Arango.

Una vez posesionado el presidente Pastrana Arango (1998-2002), se inició un proceso que pretendía terminar el conflicto armado colombiano. Como parte de este proceso, se desmilitarizó la llamada Zona de Despeje, que comprendía los municipios de San Vicente del Caguán, La Macarena, La Uribe, Mesetas y Vista Hermosa. En esta ocasión se decidió negociar en medio del conflicto, sin suscribir acuerdos de cese el fuego. Un paso esencial lo constituyó la suscripción con Estados Unidos del Plan Colombia y el comienzo de su implementación en 1999.

El proceso se instaló formalmente el 7 de enero de 1999 en San Vicente del Caguán y Pastrana Arango lo dio por terminado el 20 de febrero de 2002. En este proceso la comunidad internacional buscó participar activamente mediante la Comisión Facilitadora. No obstante, las Farc cometieron graves delitos que contribuyeron a la ruptura de esta iniciativa y a la radicalización del conflicto armado, como el asesinato de la ex ministra Consuelo Araújo y el secuestro del senador Jorge Gechem Turbay.

En 2002 se inició el gobierno del presidente Álvaro Uribe Vélez (2002-2006 / 2006-2010) quien desde su política de Defensa y Seguridad Democrática, buscó consolidar el control del territorio para garantizar el Estado de derecho y su vigencia. Tras este objetivo intensificó la lucha contra el narcotráfico, los paramilitares Y las guerrillas, a las cuales calificó de narcoterroristas, y gracias a las acciones adelantadas logró disminuir la intensidad de la confrontación.

Las operaciones militares contra las Farc han sido contundentes y la opinión nacional e internacional ha manifestado un profundo rechazo hacia las acciones de violencia emprendidas por esta organización. De igual manera, se inició un proceso de paz con los paramilitares, que llevó a su desmovilización y a la extradición de los principales jefes de estas organizaciones criminales. La intensificación de las Operaciones militares contra la subversión, ha sido motivo de acusaciones al Estado colombiano de violación de los Derechos Humanos, lo cual ha tenido incidencia en la aprobación del TLC con los Estados Unidos y en las relaciones con los países europeos

“Colombia sin guerrilla y sin paramilitares. La autoridad legítima del Estado protege a los ciudadanos y disuade a los violentos. Es la garantía de la seguridad ciudadana durante el conflicto y después de alcanzar la paz”.

Numeral 26, Manifiesto Democrático   100 Puntos, Álvaro Uribe Vélez

 

 

Para comprender

1.      ¿Por qué durante el gobierno del presidente Samper se puso en evidencia la vulnerabilidad de las instituciones del gobierno?

2.      Menciona los sucesos más significativos durante la administración de Pastrana en el proceso de paz con las Farc.

3.      Explica en qué consistió la política de la administración de Uribe Vélez.

 

El mal sufrido debe inscribirse en la memoria colectiva, pero para dar una nueva oportunidad al porvenir.

Tzvetan Todorov

 

Colombia tiene una larga historia de violencia, pero también una renovada capacidad de resistencia a ella, una de cuyas más notorias manifestaciones en las últimas dos décadas ha sido la creciente movilización por la memoria. Rompiendo todos los cánones de los países en conflicto, la confrontación armada en este país discurre en paralelo con una creciente confrontación de memorias y reclamos públicos de justicia y reparación. La memoria se afincó en Colombia no como una experiencia del posconflicto, sino como factor explícito de denuncia y afirmación de diferencias. Es una respuesta militante a la cotidianidad de la guerra y al silencio que se quiso imponer sobre muchas víctimas. La memoria es una expresión de rebeldía frente a la violencia y la impunidad. Se ha convertido en un instrumento para asumir o confrontar el conflicto, o para ventilarlo en la escena pública.

 

En todo caso, es gracias a todo este auge memorialístico que hay en Colombia una nueva conciencia del pasado, especialmente de aquel forjado en la vivencia del conflicto. El conflicto y la memoria —lo muestra con creces la experiencia colombiana— no son elementos necesariamente secuenciales del acontecer político-social, sino rasgos simultáneos de una sociedad largamente fracturada.

 

Entre la invisibilidad y el reconocimiento

Colombia apenas comienza a esclarecer las dimensiones de su propia tragedia. Aunque sin duda la mayoría de nuestros compatriotas se sienten habitualmente interpelados por diferentes manifestaciones del conflicto armado, pocos tienen una conciencia clara de sus alcances, de sus impactos y de sus mecanismos de reproducción. Muchos quieren seguir viendo en la violencia actual una simple expresión delincuencial o de bandolerismo, y no una manifestación de problemas de fondo en la configuración de nuestro orden político y social.

 

El carácter invasivo de la violencia y su larga duración han actuado paradójicamente en detrimento del reconocimiento de las particularidades de sus actores y sus lógicas específicas, así como de sus víctimas. Su apremiante presencia ha llevado incluso a subestimar los problemas políticos y sociales que subyacen a su origen. Por eso a menudo la solución se piensa en términos simplistas del todo o nada, que se traducen o bien en la pretensión totalitaria de exterminar al adversario, o bien en la ilusión de acabar con la violencia sin cambiar nada en la sociedad. Una lectura del conflicto en clave política mantiene las puertas abiertas para su transformación y eventual superación, lo mismo que para reconocer, reparar y dignificar a las víctimas resultantes de la confrontación armada.

 

En este contexto, es un acontecimiento reciente la emergencia de las víctimas en la escena social y en los ámbitos institucionales y normativos. Tierra, verdad y reparación constituyen, en efecto, la trilogía básica de la Ley de Víctimas que inauguró un nuevo modo de abordar el conflicto en el Estado colombiano. Durante décadas, las víctimas fueron ignoradas tras los discursos legitimadores de la guerra, fueron vagamente reconocidas bajo el rótulo genérico de la población civil o, peor aún, bajo el descriptor peyorativo de “daños colaterales”. Desde esta perspectiva, fueron consideradas como un efecto residual de la guerra y no como el núcleo de las regulaciones de esta.

 

La polarización minó el campo de la solidaridad con ellas, incluso las movilizaciones ciudadanas contra modalidades de alto impacto, como el secuestro y la desaparición forzada, se inscribieron en esta lógica dominante en el campo político. ¿A quiénes concierne la guerra? En la visión kantiana, el daño que se hace a una víctima es un daño que se le inflige a toda la humanidad. De allí el compromiso axiológico de protección a las víctimas, consagrado en las normas internacionales de Derechos Humanos y del Derecho Internacional Humanitario. No obstante, pareciera que en los hechos se requiere la condición de parte directamente afectada, interesada, para que el tema de las responsabilidades frente al conflicto desencadene la acción colectiva. Por ello, aunque el conflicto armado en el país ha cobrado millares de víctimas, representa para muchos conciudadanos un asunto ajeno a su entorno y a sus intereses. La violencia de la desaparición forzada, la violencia sobre el líder sindical perseguido, la violencia del desplazamiento forzado, la del campesino amenazado y despojado de su tierra, la de la violencia sexual y tantas otras suelen quedar marginadas de la esfera pública, se viven en medio de profundas y dolorosas soledades. En suma, la cotidianización de la violencia, por un lado, y la ruralidad y el anonimato en el plano nacional de la inmensa mayoría de víctimas, por el otro, han dado lugar a una actitud si no de pasividad, sí de indiferencia, alimentada, además, por una cómoda percepción de estabilidad política y económica.

 

La democratización de una sociedad fracturada por la guerra pasa por la incorporación, de manera protagónica, de los anónimos y de los olvidados a las luchas y eventualmente a los beneficios de las políticas por la memoria. Es indispensable desplegar una mirada que sobrepase la contemplación o el reconocimiento pasivo del sufrimiento de las víctimas y que lo comprenda como resultante de actores y procesos sociales y políticos también identificables, frente a los cuales es preciso reaccionar. Ante el dolor de los demás, la indignación es importante pero insuficiente. Reconocer, visibilizar, dignificar y humanizar a las víctimas son compromisos inherentes al derecho a la verdad y a la reparación, y al deber de memoria del Estado frente a ellas.

La memoria de las víctimas es diversa en sus expresiones, en sus contenidos y en sus usos. Hay memorias confinadas al ámbito privado, en algunos casos de manera forzosa y en otras por elección, pero hay memorias militantes, convertidas a menudo en resistencias. En todas subyace una conciencia del agravio, pero sus sentidos responden por lo menos a dos muy diferentes tipos de apuestas de futuro. Para unos, la respuesta al agravio es una propuesta de sustitución del orden, es decir, la búsqueda de la supresión o transformación de las condiciones que llevaron a que pasara lo que pasó: es una memoria transformadora. Pero hay también memorias sin futuro, que toman la forma extrema de la venganza, la cual a fuerza de repetirse niega su posible superación. La venganza pensada en un escenario de odios colectivos acumulados equivale a un programa negativo: el exterminio de los reales o supuestos agresores. En efecto, la venganza parte de la negación de la controversia y de la posibilidad de coexistir con el adversario. Es la negación radical de la democracia.

 

Degradación y responsabilidad

Las guerras pueden destruir o transformar las sociedades, pero ellas también se transforman por exigencias internas o por variaciones inesperadas de los contextos que propiciaron su desencadenamiento. Pocos dudarían hoy que el conflicto armado interno en Colombia desbordó en su dinámica el enfrentamiento entre los actores armados. Así lo pone de presente la altísima proporción de civiles afectados y, en general, el ostensible envilecimiento de las modalidades bélicas. De hecho, de manera progresiva, especialmente desde mediados de la década de los noventa, la población inerme fue predominantemente vinculada a los proyectos armados no por la vía del consentimiento o la adhesión social, sino por la de la coerción o la victimización, a tal punto que algunos analistas han definido esta dinámica como guerra contra la sociedad o guerra por población interpuesta.

 

La violencia contra la población civil en el conflicto armado interno se ha distinguido por la sucesión cotidiana de eventos de pequeña escala (asesinatos selectivos, desapariciones forzosas, masacres con menos de seis víctimas, secuestros, violencia sexual, minas antipersonales) dentro de una estrategia de guerra que, deliberadamente apuesta por asegurar el control a nivel local, pero reduciendo la visibilidad de su accionar en el ámbito nacional. En efecto, los actores armados se valieron tanto de la dosificación de la violencia como de la dosificación de la sevicia, esta última en particular en el caso de los paramilitares como recurso para aterrorizar y someter a las poblaciones. Esta dinámica, que constituyó el grueso de la violencia vivida en las regiones, fue escasamente visible en el plano nacional, lo que muestra la eficacia del cálculo inicial de los perpetradores de eludir la responsabilidad de sus fechorías frente a la opinión pública y frente a la acción judicial. Desentrañar las lógicas de la violencia contra la población civil es desentrañar también lógicas más amplias de la guerra: el control de territorios y el despojo de tierras, el dominio político electoral de una zona, la apropiación de recursos legales o ilegales. La victimización de las comunidades ha sido un objetivo en sí mismo, pero también ha sido parte de designios criminales más amplios de los actores de la guerra.

 

¿Pluralismo y disenso: amenaza o riqueza?

La confrontación armada contemporánea exacerbó particularidades de la tradición política nacional, en especial el sectarismo, que tuvo su máxima expresión en la guerra sucia. Ciertamente en Colombia ha predominado una concepción de la política en la cual el disenso o la oposición son vistos antes que como elementos constitutivos de la comunidad política, como amenazas a la integridad de esta o a la concepción de orden dominante en cada momento. Se trata de la persistencia de una cultura política que no ha logrado superar la exclusión ni mucho menos integrar la diferencia de forma activa en la lucha por el poder. En su lugar hay una tentación latente al pensamiento único o al dogmatismo, que limita con la violencia o la alimenta. Es bajo esta perspectiva que el campo político integró como rasgo distintivo de sus dinámicas la eliminación del adversario o del disidente. Ese ha sido lo que podría llamarse el programa perverso de la guerra sucia. El sectarismo de la política se extiende a las armas y el sectarismo de las armas se proyecta en la política.

Son males que vienen de muy atrás. Los procesos de ampliación democrática en el plano institucional que se iniciaron desde los años ochenta no marcharon a la par de la democratización social. En efecto, el acomodamiento de viejos poderes, la instrumentalización de la vía política y la cooptación del Estado por parte de los actores armados ilegales de uno y otro signo torpedearon los esfuerzos de democratización emergentes.

 

La democratización social y política sigue siendo una realidad inconclusa. Los procesos de reinserción que han tenido lugar no han sido del todo exitosos. En muchos sectores de la sociedad persiste el estigma o señalamiento sobre quienes han abandonado las armas. En estos casos, el pasado de violencia es explotado por muchos para reproducir y azuzar el conflicto en el presente, poniendo en riesgo una reintegración verdadera a la comunidad política y la posibilidad misma de transformación del contendor armado en contradictor político que es la sustancia de un proceso de paz.

 

Las memorias y el provenir

A la luz de las consideraciones expuestas, el relato aquí plasmado intenta romper con las visiones reductoras de la violencia que condensan en coordenadas morales (los buenos y los villanos) la complejidad de lo que hemos vivido. La larga trayectoria del conflicto y las transformaciones de sus actores, junto a las transformaciones sociales e institucionales, clausuran toda pretensión de un relato monocausal que reduzca la continuidad de la violencia o su solución a la sola acción de los perpetradores o a un ejercicio de condena moral. La sociedad ha sido víctima, pero también ha sido partícipe en la confrontación: la anuencia, el silencio, el respaldo y la indiferencia deben ser motivo de reflexión colectiva. No obstante, esta extensión de responsabilidades a la sociedad no supone la dilución en un “todos somos culpables” de las responsabilidades concretas y diferenciadas en el desencadenamiento y desarrollo del conflicto. La reconciliación o el reencuentro que todos anhelamos no se pueden fundar sobre la distorsión, el ocultamiento y el olvido, sino solo sobre el esclarecimiento. Se trata de un requerimiento político y ético que nos compete a todos.

 

El proceso de paz en la sociedad colombiana

 

1. ¿Cómo concibe el autor la memoria? Escribe 2 definiciones.

2. Expresa 2 visiones sobre la violencia y los modos practicados para su solución por parte de distintos grupos de personas en el país.

3. Completa las siguientes frases:

a. El conflicto armado representa para muchos conciudadanos un asunto _____  __   __  _______

b. Durante décadas las víctimas fueron consideradas como un ____  ____  __  __  _____

c. La transformación del contendor armado en contradictor político es __   ____  __  __  ____ __  ___

d. Los procesos de ampliación democrática en el plano institucional no marcharon a la par de __   ___   ____

e. La reconciliación nacional no se puede fundar sobre __  ____, __  ____  __  __  ____

4. Según el texto, ¿qué usos han dado las víctimas a su memoria de los acontecimientos? Menciona al menos 2.

5. Falso o verdadero:

a.  ¿A quiénes concierne la guerra? Se requiere ser parte directamente afectada para interesarse por ella.

b. Las guerras pueden destruir las sociedades, pero no las transforma.

c. El conflicto armado desbordó en su dinámica el enfrentamiento entre los actores armados.

d. La democratización social y política es una realidad del país gracias a los procesos de reinserción.

e. Todos somos culpables de lo que ha ocurrido en la guerra en Colombia.

 

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