ÁREA |
POLÍTICA |
GRADO |
10° |
PERIODO |
I |
DOCENTE |
Juan José Agudelo A. |
GUIA N.º 4 |
10° |
FORMATO PARA PROCESOS ACADÉMICOS |
RB – 02 Versión: 01 Fecha: Abril 2015 |
Señor(a) Padre, Madre, acudiente: su papel es
fundamental en la estrategia de "Aprendizaje en casa". Le solicitamos
que desde su rol de cuidador realice las siguientes actividades que son básicas:
-
Verifique que su hijo tiene acceso a la guía (física o virtual).
-
Fije un cronograma de estudio, siguiendo un horario de estudio flexible pero
que se realice con disciplina. Cree las condiciones en casa para que el estudio
pueda ser efectivo.
-
Verifique que su hijo haga devolución oportuna de las guías (física o
virtual).
-
Si es posible haga un acompañamiento de las actividades académicas.
-
Comuníquese respetuosa y oportunamente cuando tenga dificultades, a través del
blog o correo electrónico.
-
Recuerde que, en el tiempo prudente, recibirá respuesta.
TEMA: ACERCAMIENTO AL CONCEPTO DE GUERRA.
INDICADOR DE DESEMPEÑO: Identificar prácticas que vulneran
los derechos humanos en nuestro país y su relación con el concepto de Guerra.
Sobre la guerra
Pienso que lo más urgente cuando se
trata de combatir la guerra es no hacerse ilusiones sobre el carácter y las
posibilidades de este combate. Sobre todo, no oponerle a la guerra, como
han hecho hasta ahora casi todas las tendencias pacifistas, un reino del amor y
la abundancia, de la igualdad y la homogeneidad, una entropía social. En realidad,
la idealización del conjunto social a nombre de Dios, de la razón o de
cualquier cosa conduce siempre al terror, y como decía Dostoyevski, su fórmula
completa es “Liberté, egalité, fraternité... de la mort". Para
combatir la guerra con una posibilidad remota, pero real de éxito, es necesario
comenzar por reconocer que el conflicto y la hostilidad son fenómenos tan
constitutivos del vínculo social, como la interdependencia misma, y que la
noción de una sociedad armónica es una contradicción en los términos. La
erradicación de los conflictos y su disolución en una cálida convivencia no es
una meta alcanzable, ni deseable, ni en la vida personal -en el amor y la
amistad-, ni en la vida colectiva. Es preciso, por el contrario,
construir un espacio social y legal en el cual los conflictos puedan
manifestarse y desarrollarse, sin que la oposición al otro conduzca a la
supresión del otro, matándolo, reduciéndolo a la impotencia o silenciándolo.
Es verdad que, para ello, la superación
de "las contradicciones antinómicas" entre las clases y de las
relaciones de dominación entre las naciones es un paso muy importante.
Pero no es suficiente y es muy peligroso creer que es suficiente. Porque
entonces se tratará inevitablemente de reducir todas las diferencias, las
oposiciones y las confrontaciones a una sola diferencia, a una sola oposición y
a una sola confrontación; es tratar de negar los conflictos internos y
reducirlos a un conflicto externo, con el enemigo, con el otro absoluto: la
otra clase, la otra religión, la otra nación; pero éste es el mecanismo más
íntimo de la guerra y el más eficaz, puesto que es el que genera la felicidad
de la guerra.
Los diversos tipos de pacifismo hablan
abundantemente de los dolores, las desgracias y las tragedias de la guerra y
esto está muy bien, aunque nadie lo ignora; pero suelen callar sobre ese otro
aspecto tan inconfesable y tan decisivo, que es la felicidad de la
guerra. Porque si se quiere evitar al hombre el destino de la guerra hay
que empezar por confesar, serena y severamente la verdad: la guerra es
fiesta. Fiesta de la comunidad al fin unida con el más entrañable de los
vínculos, del individuo al fin disuelto en ella y liberado de su soledad, de su
particularidad y de sus intereses; capaz de darlo todo, hasta su vida.
Fiesta de poderse aprobar sin sombras y sin dudas frente al perverso enemigo,
de creer tontamente tener la razón, y de creer más tontamente aún que podemos
dar testimonio de la verdad con nuestra sangre. Si esto no se tiene en
cuenta, la mayor parte de las guerras parecen extravagantemente irracionales,
porque todo el mundo conoce de antemano la desproporción existente entre el
valor de lo que se persigue y el valor de lo que se está dispuesto a sacrificar.
Cuando Hamlet se reprocha su indecisión en una empresa aparentemente clara como
la que tenía ante sí, comenta: “Mientras para vergüenza mía veo la destrucción
inmediata de veinte mil hombres que, por un capricho, por una estéril gloria
van al sepulcro como a sus lechos, combatiendo por una causa que la multitud es
incapaz de comprender, por un terreno que no es suficiente sepultura para
tantos cadáveres". ¿Quién ignora que este es frecuentemente el caso?
Hay que decir que las grandes palabras solemnes: el honor, la patria, los
principios, sirven casi siempre para racionalizar el deseo de entregarse a esa
borrachera colectiva.
Los gobiernos saben esto, y para negar
la disensión y las dificultades internas, imponen a sus súbditos la unidad
mostrándoles, como decía Hegel, la figura del amo absoluto: la muerte.
Los ponen a elegir entre solidaridad y derrota. Es triste sin duda la muerte de
los muchachos argentinos y el dolor de sus deudos y la de los muchachos
ingleses y el de los suyos; pero es tal vez más triste ver la alegría
momentánea del pueblo argentino unido detrás de Galtieri y la del pueblo inglés
unido detrás de Margaret Thatcher.
Si alguien me objetara que el
reconocimiento previo de los conflictos y las diferencias, de su inevitabilidad
y su conveniencia, arriesgaría paralizar en nosotros la decisión y el
entusiasmo en la lucha por una sociedad más justa, organizada y racional, yo le
replicaría que para mí una sociedad mejor es una sociedad capaz de tener
mejores conflictos. De reconocerlos y de contenerlos. De vivir no a
pesar de ellos, sino productiva e inteligentemente en ellos. Que sólo un pueblo
escéptico sobre la fiesta de la guerra, maduro para el conflicto, es un pueblo
maduro para la paz.
Por Estanislao
Zuleta
¡Debido al estado de guerra permanente, se solía emplear la fórmula
Liberté, égalité, fraternité, ou la mort! (¡Libertad, igualdad,
fraternidad o la muerte!), que fue abandonada rápidamente por evocar
reminiscencias del Terror.
Actividad
1. ¿Cómo el autor entiende la guerra y
el conflicto?
2. ¿Por qué para el autor la ausencia
de conflictos no es deseable?
3. ¿Cómo podríamos definir los
conflictos y donde y cuando podemos encontrar un conflicto?
4. ¿Qué es la guerra y porque el autor
presenta la guerra como una fiesta?
5. ¿Por qué la guerra y entregarse a la
violencia a la creación de un enemigo externo es mucho más simple que la
resolución dialogada de los conflictos?
6. ¿Qué propone el autor para evitar la
guerra?
Observe las siguientes imágenes y
responda
7. ¿Cuál es el conflicto existente en
las dos imágenes y como se le dio solución al conflicto en ambas imágenes?
8. ¿Qué relación presentan las dos
imágenes con el texto “sobre la guerra de Estanislao Zuleta?
9. ¿Qué se requiere para que la
solución de un conflicto ni implique la eliminación o acallamiento del otro?
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